Liberalismo y comunismo

Gregorio Marañón -

Trabajo publicado en la Revue de París en su número del 15 de diciembre de 1937. Posteriormente en La Nación, Buenos Aires, 3 de enero de 1938.
También fue editado y distribuido, en forma de separata, en 1938, por la Oficina de Prensa y Propaganda de la Representación del Gobierno Nacional en Buenos Aires (O.P.Y.P.R.E).
Finalmente fue publicado en la revista Punta Europa, año V, núms. 55-56, Madrid, julio-agosto de 1960.

Sucede ahora con la revolución y guerra de España lo mismo que con todos los grandes acontecimientos históricos; mientras se desarrollan y hasta que pasa mucho tiempo después, los juicios sobre ellos se fundan en accidentes cargados de pasión ?personal o de partido?, accidentes históricamente secundarios que ocultan, sin embargo, el verdadero sentido de los acontecimientos. Yo no pretendo estar exento de esa pasión, inevitable y en parte ajena a nuestra propia conciencia. Pero mi esfuerzo para hablar del problema en un plano objetivo tiene corno garantía el que no he pertenecido nunca a ningún partido político; y a que, en lo personal, mi formación de naturalista me ha acostumbrado a la observación fría de las cosas que suceden; y sobre todo al reconocimiento automático del error. El hombre de formación política considera como una humillación y como un suicidio el proclamar una equivocación. El naturalista, en cambio, sabe que muchas cosas que creyó verdaderas no lo son; y que para seguir buscando la verdad hay que eliminar los errores previos con toda naturalidad y con todo rigor. Esta actitud llega a convertirse en un acto reflejo, que se cumple sin tener en cuenta el que los amigos de antes nos acusen de traición ni el que los enemigos de antes nos acusen de advenedizos. Lenin, que fue el máximo discípulo de Maquiavelo (la psicología de Maquiavelo lejos de ser, como se cree, típicamente latina, tiene mucho de oriental), decía que en política el ser fiel al pasado supone muchas veces ser traidor al porvenir. Ésta, como tantas otras máximas maquiavélicas, es aceptable siempre que se añada algo que no contaba para Maquiavelo ni para sus discípulos, a saber: que el cambio en las ideas se justifique por una continuidad en la conducta. Lo que caracteriza a la política, en su sentido general, que ha sido universal y eternamente más o menos maquiavélica, es que niega y cuenta con las ideas y no con la conducta. Para el naturalista, la conducta lo es todo; y su conducta se estructura en torno del afán de la verdad y del desinterés para todo lo que no sea la verdad. Por eso, al naturalista no le importa lo que llaman las políticos equivocarse cuando esta equivocación se funda en la fidelidad a la conducta.

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El caso de España

G. K. Chesterton - Por qué soy católico

Artículo escrito a propósito de los sucesos acaecidos en España entre las elecciones de 1933 y la revolución de octubre de 1934.

La reciente historia política de España nunca ha sido aclarada por la prensa inglesa, quizás ni siquiera en los diarios católicos. Es un asombroso ejemplo de lo mucho que ha cambiado el mundo desde que tuvo lugar mi propio y más importante cambio de convicciones. En la historia de cada conversión hay una paradoja, y quizás por eso los testimonios de los conversos nunca son satisfactorios del todo. En lo más profundo, la conversión es la extinción del egoísmo, y sin embargo cualquier relato que se haga de ella debe sonar a testimonio egoísta. Significa, al menos para la religión de la que estamos hablando, el reconocimiento de una realidad que no tiene nada que ver con el relativismo. Es como si alguien dijera: «Esta posada existe, aunque nunca la haya encontrado» o «mi hogar está en ese pueblo, y se encontraría allí aunque nunca lo hubiese pisado».

La conversión es reconocimiento de que la verdad es independiente del que la busca. Y sin embargo su descripción deberá ser la autobiografía de un buscador de la verdad, quien por lo general es un tipo de persona más bien deprimente. Sonará, por lo tanto, a cosa egoísta que inicie estas reflexiones diciendo que he sido por largo tiempo un liberal, en el sentido de que pertenecía al Partido Liberal. Todavía lo soy; en eso no he cambiado, ha sido el Partido Liberal el que ha desaparecido. Creo que su ideal es el de la igualdad ciudadana la libertad personal, y éstas siguen siendo mis ideas políticas hoy. Lo cierto es que trabajé durante largo tiempo con la organización política del liberalismo; escribí durante una gran parte de mi vida para el Daily News, y por supuesto identificaba la libertad política, con razón o equivocadamente, con el gobierno representativo.

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Discurso sobre el Proyecto de Congregaciones Religiosas

Margarita Nelken - Diario de Sesiones, 1 de marzo de 1933

Señores diputados, el intervenir yo en este debate obedece únicamente a la convicción de que era necesario que una voz de mujer se dejase oír al tratarse un asunto que, según se nos asegura constantemente en los sectores de la extrema derecha, apasiona sobre todo a las mujeres.

Y no es, señores diputados, que en mí hagan mella esas afirmaciones: están todavía demasiado recientes los debates en torno a la ley de Divorcio, cuando un día y otro día, en la prensa de la derecha, en las propagandas de la derecha y en las intervenciones de los señores diputados de la derecha, se nos aseguraba que la mujer en España repugnaba de esa ley. No sé lo que pasaría si la mujer en España llegara a no repugnar de esa ley, porque el hecho es que, apenas implantada, había sólo en la Audiencia de Madrid unas 700 demandas de divorcio, firmadas en su mayoría por mujeres, y no necesito deciros, señores diputados, el trabajo, el agobio de trabajo que la ley de Divorcio da a todas nuestras Audiencias.

No me hacen, pues, mucho efecto esas declaraciones de que la opinión, la inmensa mayoría desea o no que se apruebe el dictamen sobre el proyecto de ley de Congregaciones. Además, bien sé que, quitando un pequeño sector, que mientras no se nos demuestre lo contrario tenemos derecho a creer que, asimismo, representa fuera del Parlamento un pequeño sector, por encima de todas las discordias que de momento puedan separar las fracciones de este Parlamento, en este punto concreto, no de persecución, sino de implantación de una ley que ha de dar por fin la paz a los espíritus tanto tiempo perseguidos, estamos perfectamente de acuerdo los distintos sectores de esta Cámara.

Discurso ante las Cortes sobre el voto femenino

Victoria Kent - Diario de Sesiones, 1 de octubre de 1931

La Srta. KENT: Señores Diputados, pido en este momento a la Cámara atención respetuosa para el problema que aquí se debate, porque estimo que no es problema nimio, ni problema que debemos pasar a la ligera; se discute, en este momento, el voto femenino y es significativo que una mujer como yo, que no hago más que rendir un culto fervoroso al trabajo, se levante en la tarde de hoy a decir a la Cámara, sencillamente, que creo que el voto femenino debe aplazarse. (Muy bien.- Aplausos) Que creo que no es el momento de otorgar el voto a la mujer española. (Muy bien.) Lo dice una mujer que, en el momento crítico de decirlo, renuncia a un ideal. (El Sr. Guerra del Río: Los cavernícolas hablan de pastel.) Quiero significar a la Cámara que el hecho de que dos mujeres, que se encuentran aquí reunidas, opinen de manera diferente, no significa absolutamente nada, porque, dentro de los mismos partidos y de las mismas ideologías, hay opiniones diferentes. Tal ocurre en el partido radical, donde la Srta. Campoamor figura, y el Sr. Guerra del Río también. Por tanto, no creo que esto sea motivo para esgrimirlo en un tono un poco satírico, y que a este problema hay que considerarle en su entraña y no en su superficie.

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La enseñanza en el Estatuto de Cataluña

José María Gil Robles - Diario de Sesiones, 2 de agosto de 1932

A la familia es a la que corresponde, no por derecho, sino por estricto deber, la suprema función instructiva y educadora.

A esto es a lo que aspiramos nosotros para la Universidad: la creación de Universidades que puedan competir con las del Estado; yo defiendo este principio, a pesar de que soy catedrático universitario y perteneciente a un escalafón del Estado.

Lo avanzado de la hora y el estado de fatiga en que, indudablemente, tiene que encontrarse la Cámara van a imponer una extraordinaria brevedad a mi intervención. De buen grado yo quisiera, señores diputados, circunscribirla al aspecto particular del caso que hoy se discute, del cual, en cierto modo, la han apartado algunas palabras del Sr. Companys, que yo me creo en la necesidad de recoger.

De manera constante se viene haciendo referencia a la actitud de nuestra minoría, calificándola de sistemáticamente obstruccionista, tanto en lo que respecta al problema del Estatuto de Cataluña como al proyecto de Reforma agraria. Tengo que recordar aquí que nuestra minoría, ajena a todos lo pactos y convenios que se traducen en las actuales deliberaciones parlamentarias, se limita a usar de un derecho reglamentario defendiendo puntos de vista que obedecen a una convicción y que, en algún caso, han sido incluso recogidos por las Comisiones dictaminadoras, y que, por consiguiente, mal se puede hablar de obstrucción sistemática cuando por la mayoría se estiman tan respetables algunos puntos que son incorporados al proyecto y, en definitiva, convertidos en ley.

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Discurso sobre el Estatuto de Cataluña

Ossorio y Gallardo - Diario de Sesiones, 19 de mayo de 1932

Señores diputados, aunque es notoria mi añeja afición a los problemas de Cataluña, sobre los cuales he hablado y escrito copiosamente, no tenía yo el valor necesario para intervenir en esta discusión, porque estaba suficientemente enterado de que en debates de este volumen sólo tienen pleno derecho a hablar las fuerzas y las categorías, y yo no soy ni una cosa ni otra dentro de esta Cámara. Pero el otro día me hizo reaccionar un noble concepto del Sr. Lerroux, que el viernes realizó algo más que un discurso, realizó un sacrificio; el Sr. Lerroux dijo: «No es lícito recatar la opinión, porque sería desleal quedarse en la penumbra para que se pudiera presumir que dejábamos al Gobierno íntegramente la responsabilidad de una medida que muchos calificarían de separatismo.» Aquello llegó a mi conciencia, y, por escasa que sea mi personalidad, comprendí que tenía un cierto deber moral de exponer ante la cámara la perspectiva de mi opinión sobre el asunto, mostrando, ante todo, mi posición ideológica para que nadie se llame a engaño más tarde.

Yo soy, de muchos años, simpatizante en alto grado con el regionalismo y con la autonomía. Nacionalista, no. Ya sería fenómeno sorprendente que de los barrios bajos de Madrid hubiera salido un nacionalista catalán. Nacionalista, no. Constantemente, la última vez en un artículo que tuvo la bondad de pedirme el señor Companys para La Humanidad, he tenido ocasión de decir que me parecía muy peligroso el desmedido uso del vocablo a que los políticos catalanistas vienen entregados, porque todo núcleo humano que se siente nación, plenamente nación, se juzga con derecho a un Estado, que es la representación jurídica de la nación, y en cuanto surge el Estado brota inexorablemente, por ley de lógica, la necesidad de la independencia. De modo que dentro de un concepto de regionalismo se puede llegar a las mayores amplitudes de respeto a los hechos diferenciales, sin ningún peligro para unidades superiores. En la aplicación de un criterio nacionalista, o se tiene que ser incongruente con el principio o se tiene que llegar a la separación.

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Discurso sobre el Estatuto de Cataluña

Alonso de Armiño - Diario de Sesiones, 6 de mayo de 1932

Señores diputados, el grupo parlamentario a que pertenezco me ha designado para tomar parte en esta discusión. Es éste un honor completamente desproporcionado con mis escasos méritos, y pretenderle hubiese sido una prueba de audacia, de la que soy incapaz; pero no se me ha ofrecido en tales términos y en tales condiciones, que me fue imposible rehusarle. Al aceptarlo contaba, señores diputados, con vuestra indulgencia, que yo he de reclamar hoy con más ahínco que otras veces, porque más que nunca la necesito. Las dificultades que mi posición había de llevar siempre consigo están noblemente agravadas con el hecho de tener que hacer uso de la palabra después de los elocuentísimos discursos que habéis oído. No obstante, tengo alguna esperanza de que mi intervención en este debate no será totalmente infructuosa, porque si estoy bien seguro de que en mi pobre y desmañada palabra no ha de brillar la elocuencia, espero que pueda la emoción llegar a mis labios; y éste es un problema, como ha dicho muy bien el señor Sánchez Román, en el que la parte sentimental juega importante y decisivo papel.

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Discurso sobre el Estatuto de Cataluña.

Felipe Sánchez Román - Diario de Sesiones, 6 de mayo de 1932

Señores diputados, al intervenir en este asunto, cuya importancia sería innecesario ponderar, no puedo substraerme a la sensación que tengo de que estamos en un problema envuelto totalmente de cosas sentimentales. No digo que este ambiente sentimental formado en relación al Estatuto pueda tener estas o las otras características. Suscribiría convencidamente las palabras que se atribuyen al señor presidente del Gobierno en alguna nota oficiosa, pensando que una gran parte, el 90 por 100, de esa emoción sentimental está fundada en nobles estímulos. Precisamente por estar convencido de que éste es el fondo que se puede descubrir, yo no me atrevo ni siquiera a recomendar ningún enjuiciamiento en orden a esa posición sentimental del problema, pero quiero, sí, recoger, a modo de enseñanza, una prevención contra las consecuencias que ese ambiente va produciendo en torno a los criterios con que el problema viene afrontándose.

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Discurso en el Frontón Central de Madrid

Indalecio Prieto - 14 de febrero de 1933

La Comisión organizadora de este acto me ha conferido el honroso encargo de su dedicación, encargo que yo acepté sin vacilaciones y que cumplo ahora muy gustosamente. No somos los socialistas propicios a ninguna clase de homenaje de tipo personal. Ellos no constituyen en sus actos costumbres, sin embargo de lo cual, ante la excepcionalidad de las circunstancias que en este acto concurren, nuestro partido nos autorizó a asistir teniendo presente la significación que este homenaje tenía, nacido en el instante mismo en que el Sr. Azaña, como jefe de Gobierno, acaba de ganar una batalla parlamentaria. (Aplausos.) Mas este acto se disminuiría en su ponente grandeza si se convirtiera en un homenaje neta y exclusivamente personal. Y si así fuera, hubieran de ser mis palabras la belleza de un panegírico que, dada mi peculiar manera de ser, se os alcanza bien que yo no soy el panegirista más adecuado; pero, además, dado el carácter del Sr. Azaña, aun cuando tuviera esa pretensión panegirista, no me sometería yo a la tortura de tener que soportar un chaparrón de alabanzas. Tiene este acto una más alta, una más honda, una más profunda significación, que es la que me corresponde a mí explicar ahora muy brevemente.

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Discurso sobre el artículo 2º del Estatuto de Cataluña

Miguel de Unamuno - Diario de Sesiones, Junio de 1932

Estas autoridades de la República han de tener la obligación de conocer el catalán. Y eso, no... Si en un tiempo hubo aquello, que indudablemente era algo más que grosero, de «hable usted en cristiano», ahora puede ser a la inversa: «¿No sabe usted catalán? Apréndalo, y si no, no intente gobernarnos aquí.»... La disciplina de partido termina siempre donde empieza la conciencia de las propias convicciones.

Muy bien; señores diputados, como sé muy poco de Reglamento, que no lo he leído ni una sola vez, en toda esta discusión o pequeña refriega que ha habido aquí sobre si se presentó una enmienda a tiempo o no se presentó a tiempo, si fue antes o fue después de otra, yo no entro ni salgo; lo único que quiero hacer es, en apoyo de lo que he de decir, leer aquella enmienda y explicar luego cuáles fueron las razones que nos hicieron formularla.

La enmienda que no pudo ser aceptada, según parece, porque se presentó después que ya se estaba discutiendo el artículo, la firmaban conmigo los Sres. Maura, Azcárate, Santa Cruz, Sánchez Román, Valdecasas, Giner de los Ríos y Sacristán. No fui yo quien la redactó; fue uno de estos señores. La enmienda dice así: "Los diputados que suscriben tienen el honor de proponer la siguiente enmienda al art. 2º del dictamen sobre el Estatuto de Cataluña: Art. 2.º El idioma catalán, es como el castellano, lengua oficial de Cataluña para las relaciones oficiales de Cataluña con el resto de España, así como para la comunicación de las autoridades del Estado con las de Cataluña la lengua oficial será el castellano.

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